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Reflexions i documents

Sunday, February 03, 2008

NACIONALISMO Y CULTURA

Aquest article va ser publicat a EL PAIS l'any 1983, abans de l'aprovació de la Llei de Normalització lingüística. Descomptants alguns trets típics del període de "transició", crec que el seu contingut és vàlid encara. En una inserció subsegüent el comentaré.


TRIBUNA LIBRE
Nacionalismo catalán, cultura y lengua
Josep Montserrat i Torrents

Los resultados de las últimas elecciones han abierto un debate sobre los horizontes del tipo de nacionalismo que hasta ahora ha predominado en la burguesía catalana. A la vista de la importancia que sobre el tema la cultura y la lengua (sic), recogemos unas reflexiones en las que el autor se muestra partidario de una actitud constructiva respecto a la integración de los inmigrantes.

Voy a intentar sintetizar la posición más generalizada, casi la oficial, sobre uno de los temas de fondo de Cataluña: la dualidad cultural y lingüística no tiene otra salida que la integración de los inmigrantes en la comunidad de los autóctonos. Sigo con la sintetización: esta integración, para ser efectiva, debe ser amplia, si no total; no basta con aprender el catalán y usarlo ocasionalmente, es preciso hacerlo vehículo ordinario de comunicación, participar en las manifestaciones de la cultura catalana -popular o selecta- , recibirla y transmitirla. Continúo: la transmutación (o si se quiere, la segunda emigración) debe rebasar la integración en el ámbito lingüístico para alcanzar la música, las devociones, la cocina y las afiliaciones deportivas. En los documentos programáticos del nacionalismo catalán, el estatuto ético de la integración aquí descrita es el de un derecho: el inmigrante tiene derecho a integrarse en la cultura catalana. A este derecho corresponde la obligación, por parte de la comunidad autóctona, de procurar los medios para que pueda llevarse a cabo la deseada incorporación.
Muy otra es la actitud real de la intransigencia generalizada. En los pronunciamientos públicos de algunos políticos y de muchos hombres de letras, la integración de los inmigrantes es rotundamente presentada comno una obligación. Los argumentos se desenvuelven más o menos en los siguientes términos:
a. La cultura catalana se halla gravemente amenazada. Después de la durísima represión de la dictadura, sigue hallándose sometida a la presión cualitativa de la potente cultura castellana y a la presión cuantitativa o demográfica de la población castellanohablante.
b. El mantenimiento de la dualidad cultural, llevará, tarde o temprano, a la práctica extinción del concurrente más débil. Para evitarlo hay que regresar a la unidad cultural de la Cataluña histórica: una nación, una lengua, una cultura. No hay lugar para la presencia colectiva de otra lengua y otra cultura. Los grupos de inmigrantes que se resisten a la integración constituyen una amenaza para la pervivencia de Cataluña. La integración es, pues, una necesidad, y por parte de los sujetos, una obligación.
El planteamiento del problema me parece correcto, la solución no. Me recuerda aquel extraño banquete de la parábola evangélica, al que los invitados eran arrastrados a viva fuerza. Ciertamente, el apuro de Cataluña, si persiste la situación actual, es un hecho insoslayable. Pero tampoco es soslayable el derecho de todo ser humano al uso y cultivo, tanto individual como comunitario, de su lengua y sus tradiciones culturales. Y el apuro del inmigrante puede alcanzar cotas trágicas si lo que debiera ser una simpre alternativa - o catalán o castellano- se transforma en un cuel dilema: o catalán o nada.
La solución deberá venir, como siempre, de la mano del tiempo y de la libertad. Libertad personal y colectiva para ejercer el derecho de mantenerse en la propia tradición cultural o travasarse a otra. En especial, la libertad para el castellanohablante de ejercer su derecho a la integración en la cultura catalana, y la libertad para el catalanohablante de ejercer su derecho a la integración en la cultura castellana (porque una integración unilateral ya no se lama integración, sinó anexión, Anschluss).
Veamos, en consecuencia, a qué situación daría lugar la concurrencia civilizada de esas libertades, derechos y obligaciones.
La principal característica del nuevo estado de cosas sería la normalidad. Normalidad en la presencia privada y pública de las culturas castellana y catalana. Ahora bien, hay que reconocer que la aplicación indiscriminada de un principio de igualdad sería en las presentes circunstancias sumamente injusta para Cataluña:summum ius, summa iniuria. En efecto, la cultura catalana ha emergido exhausta de sus cuarenta años de peregrinación por el desierto franquista. Ocho años de democracia no han conseguido, ni con mucho, ponerla a flote. Se requerirán tiempo y esfuerzo para restañar las heridas y devolverle el vigor y la prestancia que fueron los suyos antes de las seculares catástrofes. Por estarazón, hablar de normalidad en Cataluña es una pura burla si antes no se habla de normalización. La normalización cultural es un derecho fundamental y extraordinario de la colectividad catalana en orden a la recuperación del pleno uso de su lengua y de sus instituciones. En consecuencia, la equidad exige que mayores recursos humanos, políticos y económicos sean circunstancialmente dedicados a la cultura catalana, sin detrimento de la normalidad de la cultura concurrente, que no precisa por el momento de tales ortopedias.
Hay que distinguir y separar, pues, integración y normalización. Aquella es una opción facultativa; esta, una exigencia irrenunciable. Los dos procesos no deben condicionarse, ni mucho menos interferirse. Postular la integración a título de exigencia esencial de la normalización es una manifiesta inmoralidad y un chantaje, indignos de una nación civilizada, y redunda por ende en perjuicio de Cataluña, al dejarla encallada entre el Scila de la violencia y el Caribdis de la ineficacia. El falso dilema "o integración o extinción" debe dar paso a una actitud auténticamente constructiva, a una decidida voluntad de integrarnos, unos y otros, en la Cataluña que el tiempo y la lbertad quieran depararnos.

Josep Montserrat i Torrents es profesor de Historia de la Filosofía en la Universidad Autónoma de Barceloa; ex secretario general del III Congrés Universitari Català.

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